jueves, 5 de enero de 2012

¿POR QUÉ LOS HOMBRES ANDAN TAN NECESITADOS DE AMOR?




A lo largo y ancho de mi vida he conocido y amado a infinidad de hombres. Y claro es algo natural debido a que orgullosamente tengo 50 años de vivir.

Nunca hasta hace unos días había pasado por mi mente la pregunta con la que he dado titulo a este escrito, ¿por qué los hombres de todas las edades y características físicas andan tan necesitados de amor, de atención, de mimos, de caricias, de abrazos? No son preguntas hechas al azar, son preguntas que me hago y que he compartido con algunas amigas últimamente y en las cuales coincidimos.

Estuve casada durante 23 años, aunque me separé algo antes y por obvias razones durante este periodo, no había experimentado (más que en mi propia pareja) esa sensación de falta de “algo” en él.

Siempre he sido muy “enamoradiza” como lo aseverarían mis abuelas y mi madre, mis amigas, compañeras de escuela, de viaje, hermanos y cuanta gente ha podido conocerme un poquito o muy a fondo y, por tal motivo, he tenido la enorme oportunidad de conocer al sexo opuesto en muchas de las facetas que a veces me sorprenden, otras me enojan, otras me vuelven loca, otras simplemente me repelen y en múltiples ocasiones no logro entender.

¿Libros? Todos o, bueno para no exagerar, muchísimos he leído con este tema de la eterna guerra entre sexos o sobre cómo entenderlos a ellos, cómo hacerle para poder encontrar ese “príncipe azul” que desde pequeña idealicé y que hasta el día de hoy nada más no aparece más que en mis sueños guajiros.
Que si las mujeres somos de Júpiter y los hombres de Marte, que si porque los hombres no se comprometen, que si muchas de nosotras las damas tenemos el síndrome de “Amar demasiado”…

Finalmente anoche regresando de platicar con un entrañable amigo de mas de 60 años, casado con su mujer desde hace 45, caí en la cuenta que realmente los hombres andan en busca de acariciar, de besar, de hacer el amor , de tocar, de palpar, de mirar a los ojos y que los miren dentro con coquetería e interés. Mi amigo me lo dijo así sin tapujos: tu mirada es peligrosa, estar contigo causa emoción y puso su mano sobre la mía buscando algo más en mi que nuestra “simple” amistad. Ambos tomábamos una bebida refrescante en un bar acogedor con ventanales hermosos donde admirábamos la lluvia que mojaba la ciudad repentinamente.

El momento fue agradable hasta podría decirse que ¿romántico? Pero yo no pretendía ningún tipo de acercamiento físico sino sólo el disfrute de un amigo -tal cual— así como amo conocer hombres y hablar con ellos sin ningún enfoque sexual, cosa que cada vez resulta más difícil de encontrar pues no se si por mi edad todos piensan que tendrán alguna experiencia sensorial conmigo que va desde tocar la mano, la pierna, besar, abrazar, o echarse sobre mi intempestivamente. A lo que me defiendo a capa y espada.

Llegando a mi cama casi no pude conciliar el sueño, pues una y otra vez venían a mi mente estos pensamientos que ahora plasmo aquí ¿ por qué los hombres son así? ¿Tendremos como mujeres, madres, esposas, hijas, parejas, amigas, amantes algo que ver con este comportamiento?

Desde niña he sido acosada por los hombres, si no era el tío que me cantaba canciones de amor a los cuatro años, era su amigo que me llevaba a caminar por la playa tocando mis pechos diminutos, algo incomprensible para mi aunque molesto indudablemente, tanto así que aún lo recuerdo con estupor; y si no, era mi primo que buscaba mi cuerpo dormida bajo las sábanas para llegar a tocar esa parte de mi donde el sentía placer que diría yo, a los máximo 6 años. Y ya más grande, cualquier hombre que me viera caminar en la calle con sus chiflidos que obviamente halagaban, o aquel cretino albañil que se bajaba el cierre de la bragueta frente a mis ojos asustados. ¿Qué tal ese primer novio mío con el que perdí mi virginidad a los 14 años en el sótano del gimnasio donde él daba clases y donde me enamoró prometiéndome amor eterno? Tenía 29 años y era casado. Fue el primer hombre casado que me engaño, diciéndome que era soltero y aún ahora a mis 50 años sigo pasando ese tipo de experiencias y lo más sorprendente es que todavía les creo… !Qué ingenua! dicen mis amigos.

Pudiera hablar de mis muchas experiencias de este mismo tipo con los hombres, pero a lo que voy con todo este relato, es a la reflexión que hice ayer en cuanto a la responsabilidad que pude haber tenido yo como mujer, hija , hermana, madre , esposa y amante, en todo esto.

¿No he sabido amar sanamente en mis relaciones con el sexo opuesto, será que he aprendido mal desde el principio o que nadie me lo explicó, he juzgado mal, no he dicho las cosas por miedo, no he defendido mi punto de vista o mi libertad como mujer, he apoyado que se me de un trato diferente, he sido demasiado coqueta o sexy, he engañado, no he educado igual a mi hijo que a mi hija? ¿No le he dado el suficiente amor a mi pareja o ex pareja? ¿No he hablado con la verdad, no me he comprometido lo suficiente o, todo lo anterior lo he hecho con exceso?

De lo que si estoy segura, es que hoy me he dado cuenta que algo pasa con los hombres, hoy que soy libre, que no tengo pareja, que ando por la calle a mis 50 años conociendo hombres de 18 hasta 90 y encuentro que todos tienen algo en común y es falta de afecto, falta de cariño, falta de abrazos, falta de besos amorosos, falta de ternura contenida y la constante de todos ellos de quejarse de la “súper mujer “ que todo lo resuelve, que a todo se adelanta, que tiene todo tan controlado, la casa limpia y ordenada, para la que los hijos y los nietos son lo primero.

A mi todo lo anterior me parecería que es lo indicado, pero parece que no es así, que no coincidimos hombres con mujeres; parece que algo estamos haciendo mal, no sólo nosotras obviamente, pero en muchos de los casos es así, me parece que hay una enorme falta de comunicación y que es justamente ahí donde podríamos empezar a trabajar.
Hator